La más reciente encuesta electoral de las firmas Guarumo y EcoAnalítica Medición y Conceptos Económicos S.A.S., reveló una ecuación interesante: mientras al alcalde Jaime Pumarejo le va muy bien, en Barranquilla al presidente Gustavo Petro le va muy mal.
La calificación positiva del mandatario local (buena o excelente) fue de 78,6%, la más alta de todos los alcaldes, en tanto la del jefe del Estado llegó apenas al 39%.
¿Por qué el contraste?
Analicemos, primero, a las otras ciudades.
En Bogotá y Medellín, bastiones del petrismo en las pasadas elecciones presidenciales, la imagen de los mandatarios local y nacional va de la mano: los que califican negativamente Claudia López (60,9%) y a Daniel Quintero (61,2%), también piensan mal de Petro (60% y 69,9%, respectivamente).
El presidente tuvo la peor imagen en Bucaramanga (79,6%), donde el alcalde Juan Carlos Cárdenas también arrastra una notable calificación negativa de 65,3%.
Solamente en Cali cambia el panorama: mientras la imagen favorable del alcalde Jorge Iván Ospina es de 27,5%, la de Petro es de 56%.
Hasta aquí, los indicadores pasan por un humor de país que se va decantando en cada ciudad. Veamos el caso Barranquilla.
En la capital del Atlántico, Petro le ganó ampliamente a sus opositores, Federico Gutiérrez y Rodolfo Hernández. En segunda vuelta, de hecho, la votación del presidente casi duplicó la del ingeniero, al sacarle una ventaja de 168 mil votos.
Todo hacía suponer que Barranquilla y el Atlántico fungirían como columna fundamental en el edificio del petrismo para las elecciones locales.
Las huestes del Pacto histórico trataron de consolidarla con la amplificación mediática de las investigaciones judiciales que se asomaban contra algunos miembros de la casa política que administran la ciudad desde el 2008.
Pero se vinieron los escándalos del embajador Armando Benedetti y del diputado Nicolás Petro, hijo mayor del Presidente, y se derrumbó la estructura, incluyendo el libreto diseñado.
A su turno, la ciudad empezaba a sentir frustración porque los anuncios de cambio que ofreció en campaña el candidato Gustavo Petro se quedaron en promesas. Eso no distaba de lo que pasaba en el país, pero en Barranquilla el malestar subía más, porque proyectos que los ciudadanos estaban esperando, como el de los Juegos Panamericanos, no han tenido (de hecho, hoy no tienen) el respaldo del gobierno nacional.
Petro había dicho en campaña, que antes que pensar en la Fórmula 1, otro ambicioso proyecto de ciudad que pondría a Barranquilla en un nivel superior del deporte y el turismo mundial, había que resolver el problema del hambre.